(Caracas, 20.02.2018. Descifrado / Por Ginette González). ¡Infundir la esperanza! A pesar de la cruenta crisis que vive el país, creo necesario que las personas que tenemos ventanas para expresar públicamente nuestra opinión, recolectemos y difundamos indicios que nos hagan pensar que el inicio de la recuperación puede estar a la vuelta de la esquina. Eso sí, sin mesianismos ni promesas fatuas de reactivación económica de un día para otro, porque eso no pasará. Es importante decirlo y repetirlo, aunque se produzca eventualmente un cambio de gobierno, no aparecerá la comida en los anaqueles ni las medicinas en las farmacias, al día siguiente. Eso hay que saberlo muy bien. En un escenario de ese tipo estaríamos ante la posibilidad de volver a contar con los bienes y productos mínimos que se requieren para una vida digna, y eso sería ya un gran cambio.
Como ha señalado mi colega periodista Luz Mely Reyes “necesitamos un cambio de narrativa”. ¿Por qué? Porque estamos forjando con mucho dolor la Venezuela del futuro, porque hay miles de testimonios de personas emprendedoras que cada día rompen el umbral de la desesperanza, porque como les decía en mi anterior columna hay venezolano que resisten como héroes. Y si bien nos falta mucho por aprender, es innegable que los que entienden bien las lecciones nos estamos convirtiendo en esos ciudadanos que nunca olvidarán el valor de la democracia, de la verdadera igualdad de oportunidades, de la solidaridad, de la administración conciente de nuestros recursos. Dejemos por un rato de poner atención en los caníbales que esos hay en todas las aceras políticas, pensemos en aquellos que están siendo capaces de entender y asimilar la enseñanza.
Creo que más nunca miraremos la vida igual que cuando creíamos que lo bueno que teníamos era producto solo de la providencia, porque nos tocó y punto. Yo sí creo que estamos pariendo una nueva República, los venezolanos que aún estamos en el país y los que se fueron. Y no se trata de una simple inclusión por quedar bien con todos; se trata de reconocer que para ambos grupos el destino ha preparado las mismas lecciones, pero en diferentes versiones. Los venezolanos de bien somos indivisibles, aunque nos separen kilómetros, porque estamos unidos por la misma esencia y una sola alma. “Somos de madera fina” como dice la canción de Yordano uno de nuestros cantautores más importantes de las últimas décadas. Y eso hay que valorarlo y mucho.
Con estas consideraciones no pretendo negar la realidad que amanece este lunes 19 de febrero, cuando el pasaje mínimo subirá a Bs. 2000 en Caracas, a Bs. 8000 en la ruta La Guaira- Caracas y a Bs. 15000 en la ruta Santa Ana, San Cristóbal, por solo citar algunos ejemplos.
Los supermercados siguen vacíos de proteínas y el menú de sus frigoríficos se limita en muchos casos a “huesitos húmedos, orejas y lengua de cerdo”.
En las farmacias las medicinas para enfermedades crónicas que se consiguen superan la barrera del millón o dos millones.
Los salarios no alcanzan para comprar la canasta básica y gran parte de la población se ve obligada a sacarse el carnet de la patria para participar en la lotería de los bonos, última promesa de campaña.
Todo esto sigue sucediendo y esta semana probablemente otros tomen la decisión de partir del país, pero la apuesta a la esperanza hay que mantenerla a pesar de que todos los pronósticos indiquen que no hay chance y que la intención oficial quiera expropiarnos la fe.
¿Apuestas por la nueva Venezuela?. Ver Artículo Aquí.