(Caracas, 23.08.2018. Civilis DDHH). Rigoberto Lobo es diseñador gráfico, activista de derechos humanos y miembro de la ONG PROMEDEHUM del estado Mérida, organización que realiza monitoreo de manifestaciones y brinda acompañamiento a las víctimas de violaciones de derechos humanos.
Lobo inició su trabajo como defensor durante las protestas del 2014, momento en el que se vincula a la Universidad de Los Andes (ULA) para ayudar en la protección de víctimas y realizar labores académicas en la calle. Rigoberto es un ejemplo del nuevo activismo que germinó durante las protestas estudiantiles.
¿Cómo se inicia Rigoberto Lobo en los derechos humanos?
En 2014 sentí la necesidad de hacer algo por las personas que estaban participando en las protestas. Ayudé a trasladar a personas heridas producto de las fuertes represiones, llevando insumos médicos a las zonas donde había protestas, brindándoles también hidratación, alimentación y algunas formas de protección digital y de comunicación. Fui estudiante universitario y supe lo que es ser agredido y detenido en protestas pacíficas por funcionarios policiales, militares y grupos pro gobierno. Ese año comencé a trabajar en el recién creado Observatorio de Derechos Humanos de la ULA para colaborar en la elaboración de un informe sobre violaciones de derechos humanos en el contexto de esas protestas.
¿Cuál crees que es el papel de los defensores ante lo que se vive el país?
El papel es fundamentalmente la búsqueda de la verdad, elevar las voces silenciadas de las víctimas y de alguna manera ser un hilo para la interconexión de las personas en la sociedad; acompañar a las personas que han sido víctimas de las diferentes formas de violencia del gobierno, ser parte de sus justas exigencias y mantener viva la esperanza del ansiado momento de la justicia, cada persona lleva por dentro un posible activista. En este momento tan difícil que vivimos en Venezuela, debemos conseguir ese pequeño punto de luz en la distancia y mostrárselo a las personas para que continúen de pie y resistiendo.
¿Cómo surge PROMEDEHUM?
PROMEDEHUM (Promoción, Educación y Defensa en Derechos Humanos) nace en noviembre de 2016. Sabíamos que venían tiempos difíciles y que además superarían nuestras capacidades, incluyendo las de organizaciones con mucho más tiempo de trabajo y bastante consolidadas. Dos meses después comenzaron de nuevo las protestas en Mérida y, así fue.
Esta organización surge producto de la insatisfacción interna, de querer hacer más, pero sobre todo querer volver a los sitios originales junto a quienes me acompañaron a fundarla. Esos sitios eran la calle, la vereda, la loma, allá donde las personas están aún más olvidadas por el Estado y donde pocos estaban llegando; quizás aquel lugar de mucho riesgo para nosotros, pero dónde están muchas personas valiosas y con necesidades tan básicas como el ser escuchadas. Nacimos como un acto de terquedad, de resistencia a no migrar de nuestro espacio natural, del cual el gobierno nos estaba empujando a irnos y lo continúa haciendo.
¿En qué está trabajando actualmente PROMEDEHUM?
En los últimos meses nos hemos dedicado a brindar herramientas de trabajo para defensores y activistas de derechos humanos, incluyendo aquellas para trabajar de manera más segura. Estamos elaborando un informe especial relacionado con este tema. Parte de este informe los presentamos recientemente en una consulta regional realizada en la ciudad de Lima con el Relator Especial de las Naciones Unidas para las Personas Defensoras de Derechos Humanos, Michel Forst. Además, estamos realizando actividades en comunidades rurales y empobrecidas de Mérida donde estamos evaluando la situación comunitaria actual y ver las necesidades reales de las personas.
¿Cuáles son los retos más importantes de la organización?
Continuamos teniendo muchas limitaciones, pero al mismo tiempo nos apoyamos en las alianzas establecidas con otras organizaciones de derechos humanos del país y a nivel internacional. Seguimos brindando asistencia integral a víctimas de violaciones de los derechos humanos. Trabajamos en casos del año 2017, para los cuales la respuesta del Estado ha sido nula, tanto en materia de justicia como en lo que se refiere a garantías de acceso a la salud, por todas las lesiones físicas y psicológicas que sufrieron en las protestas de ese año. PROMEDEHUM continúa además colaborando con organizaciones y organismos internacionales en sus investigaciones, cómo previamente lo había hecho yo.
¿Qué te motiva a continuar con esta labor?
Básicamente me motiva cada día salir a la calle y ver gente hermosa y honesta negándose a emigrar. También aquellas que no pueden hacerlo. Igualmente me motiva la gente que se niega a morir, la fortaleza de las personas que han sido víctima de violaciones y sus familiares, quienes a pesar de todo se mantienen de pie. Pero lo que me mantiene activo sobre todas las cosas, es toda la confianza que me pueden brindar las personas, aun cuando sientan mucho temor.
Me motiva a cada instante mi esposa, quién jamás pensó compartir su vida con un defensor de derechos humanos. Con temores, aunque los oculte, con desvelos y lágrimas en los ojos, me ha llenado de su valentía en muchos momentos y me ha levantado las tantas veces que he caído devastado, sintiéndome no poder más. Ella es mi heroína, es quien continuamente perdona mis ausencias por las excesivas jornadas de trabajo.
¿Qué sigue?
Como me respondió una vez mi padre y quizá no lo entendí en el momento: -seguir trabajando, eso es lo que sigue- Es reinventarse cada día para sobreponerse ante las adversidades cotidianas, buscar una luz a cada instante, viviendo en el aquí y el ahora para poder soportar las dificultades, y ser creativo. Encontrar inspiración en las personas cercanas y en las que nos rodean para alimentar la esperanza. Entender que la solidaridad es una gran fortaleza; que el país, aunque enfermo está con vida y que, como la misma vida, se abre paso para mantenerse. Así debemos ser como ciudadanía, la esperanza es la vida misma defendiéndose.
Debemos seguir en la calle con las personas. Continuar trabajando, lo cual nunca será tiempo perdido. Recordar que es mi decisión y que por lo tanto habrá que enfrentar muchas dificultades, aunque no me agraden. Seguir así, como sigo tomando café. Cuando no tengo azúcar le pongo papelón, cuando no hay ninguna de las dos me lo tomo cerrero. Puede que no sea justo, pero hoy tomo lo que puedo y me ajusto, para seguir trabajando por un mundo mejor y, andando, hacemos el camino.