(11.06.2015, Desmond Tutu) La Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños se reúnen actualmente en una importante cumbre en Bruselas. Aunque imagino que habrán muchos debates fructíferos centrados en fomentar una relación más fuerte entre Europa y América Latina, una nube oscura se cierne sobre la cumbre. Mientras cientos de políticos se reúnen alrededor de comidas suntuosas y disfrutan de buen vino, 77 presos languidecen en las cárceles en Venezuela. Su encarcelamiento no está en la agenda de la cumbre.
La situación actual de los Derechos Humanos en Venezuela es particularmente sombría. Incluso es más preocupante que la situación económica y de seguridad del país, es la respuesta del gobierno a las frustraciones de su pueblo. Desde las protestas callejeras de febrero de 2014, cuando cientos de miles de venezolanos protestaron contra la corrupción galopante y la represión que azotan el país, el gobierno del presidente Nicolás Maduro respondió a través de la fuerza. El gobierno usó la fuerza para reprimir y murieron 43 personas en las protestas, además detuvo arbitrariamente a más de 3.000 personas. Que un gobierno actúe de esta manera contra sus propios ciudadanos, cuando están ejerciendo sus derechos fundamentales de libertad de expresión y asamblea, es atroz. Pero el silencio ensordecedor y la inacción de los vecinos de Venezuela le han dado a Maduro una licencia para actuar con impunidad.
La situación ha empeorado con respecto a hace más de un año, cuando las protestas sacudieron a la nación. Los presos de conciencia en Venezuela están representados en los líderes de oposición Leopoldo López y Daniel Ceballos. Ambos hombres están en la cárcel por su papel en las protestas no-violentas de febrero de 2014. López y Ceballos abogan por la protesta no violenta y pacífica ante la injusticia y la impunidad. Han instado a que el pueblo de Venezuela resuelva sus problemas constitucionalmente. Al igual que otros activistas famosos de la No Violencia Mahatma Gandhi y Martin Luther King, Jr., ellos están pagando un precio muy alto en su búsqueda incesante de justicia.
Hoy ambos están en la cárcel y siguen participando en protestas no violentas, desde hace mas de dos semanas están en huelga de hambre exigiendo la liberación de todos los presos políticos; el cese de la represión, persecución y censura; y que se fije una fecha para las elecciones parlamentarias de este año con observación de la OEA y la Unión Europea. Insto al Gobierno de Venezuela a que permita el acceso a la Cruz Roja, a sus médicos personales y a su familia a visitarlos.
El silencio ensordecedor y la inacción de los vecinos de Venezuela le han dado a Maduro una licencia para actuar con impunidad
A pesar de estas circunstancias drásticas, el gobierno de Maduro ha continuado en la senda de la represión. A raíz de las protestas del país, Maduro autorizó el uso de armas letales para que las fuerzas de seguridad repriman a los manifestantes —aun pacíficos— si son percibidos como una amenaza para el orden público. Tal decreto eleva la probabilidad de una masacre de civiles.
Ante el colapso potencial de un país al que llaman “hermano”, los líderes de Latinoamérica han respondido con silencio. En lugar de defender los derechos humanos universales, se han escudado detrás de la excusa de la no-injerencia. Tras la decisión de Estados Unidos de imponer sanciones a los violadores de derechos humanos en Venezuela, los países de Latinoamérica adoptaron una resolución apoyando a Venezuela bajo “el principio de la no-injerencia”.
Sin duda entiendo el trauma del colonialismo, pero sin la participación de la comunidad internacional, el derramamiento de sangre en Sudáfrica hubiera sido mucho mayor. Fue el boicot internacional y el régimen de sanciones junto con la resistencia interna lo que ayudó a cerrar el capítulo más oscuro de la historia de mi país. La comunidad internacional no empezó a movilizarse sino hasta después de la masacre de Sharpeville, donde 69 personas fueron asesinadas por protestar no violentamente por la Ley de Pases de nuestro país. La comunidad internacional no debe esperar a que ocurra otra masacre para tomar acción.
La respuesta para abordar la situación grave de los derechos humanos de hoy en Venezuela no es proteger a los líderes que toman ventaja de las sensibilidades postcoloniales y de la historia para mantenerse en el poder; Latinoamérica y la Unión Europea deben superar la retórica y tomar medidas concretas.
También creo en la Iglesia y creo en la misericordia y la compasión. No es demasiado tarde para que Maduro cambie de rumbo. En 2016, la Iglesia Católica celebrará el Año Santo de Misericordia, que, según el Vaticano, “sirve como una invitación a seguir el ejemplo misericordioso del Padre que nos pide que no juzguemos o condenemos sino perdonemos y demos amor y el perdón sin medida”. Con el apoyo del Papa Francisco, rezo para que Nicolás Maduro honre temprano esa invitación y libere a los presos políticos de Venezuela.
Desmond Tutu, arzobispo (anglicano) emérito de Ciudad del Cabo y activista de los derechos humanos.
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