(Caracas, 22.08.2018. Crónica Uno / Carmen Victoria Inojosa). El párroco Alfredo Infante emprendió junto con los feligreses una caminata de aproximadamente una hora desde Las Casitas hasta la redoma de La India. La comunidad se unió en oración para despertar la conciencia ciudadana ante las necesidades que afligen al sector.
Son los pies cansados de los habitantes de la parte alta de la parroquia La Vega, aun así no se detienen. Vienen bajando una pendiente rodeada de desechos y moscas que sobrevuelan el asfalto y que, en ocasiones, impactan en el rostro. Esta vez el paso no es apurado para escapar del hedor, tampoco para llegar a un destino, ni para alcanzar “la perrera” —transporte improvisado por el Gobierno— que también baja.
En sus brazos cargan el día a día, son las cruces del hambre, la falta de transporte, la escasez de medicamentos y el colapso de los servicios públicos: llevan acuestas la vida. “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”, repiten en medio de lamentos.
Frente a ellos una cruz los guía, es por la que sí quisieran vivir. La sostiene el padre Alfredo Infante, el párroco de la parroquia San Alberto Hurtado. “Jesús vino para que tengamos vida y vida en abundancia”, se lee en la madera. “Pero en este pueblo no tenemos vida”, dice el sacerdote.
Este miércoles, como un pastor, Infante arreó a sus ovejas desde la parroquia, ubicada en el sector Las Casitas, hasta la redoma de La India, para unirse en oración por el despertar de la conciencia ante la grave crisis económica, social y política del país. “La cruz simboliza el dolor. Cada día tenemos que despertar para sobrevivir y merecemos una vida digna. Merecemos que nuestros barrios sean lugares de encuentro, de dignidad, de fraternidad. No es posible que cada día tengamos que inventárnosla para comer, para vestirnos, para asearnos, para transportarnos, esto no es vida. Y nosotros merecemos una vida digna. La Constitución nos lo garantiza. Tenemos la responsabilidad de exigirla y desde la fe de nuestro señor. No podemos vivir dormidos si somos hombres y mujeres de fe. Tenemos que exigir una vida digna”.
Con él caminan unas 50 personas aproximadamente. Entre esas, Gabriela del Carmen Ospino. Su cruz: “Hambre igual a muerte”, un cartel que sostiene su hija Raiza, de 8 años de edad. “No es posible que solo le doy crema de arroz con azúcar a mi hijo”, dice mientras saca el tetero del morral.
Tienen 8 hijos. Comparten una bolsa Clap que trae menos artículos que la cantidad de personas que viven en su casa. “Deberían poner esa bolsa más resuelta, que traiga más cosas”. No le cuesta pensar en el menú de cada día. Ya sabe que solo podrá servir una arepa sin relleno en el desayuno, espagueti o arroz en el almuerzo, yuca, cambur o plátano de cena. “En mi casa hay dos latas de sardinas y dos de caraotas. Ah, y una salsa de tomate”, completa la lista Raiza.
Yasiré Paredes, líder comunitaria en la zona, expresa que cada día las necesidades son más agudas. Desde las actividades sociales que emprenden con los comedores comunitarios y Caracas Mi Convive, intentan tender la mano a la población de La Vega.
La semana pasada el presidente Nicolás Maduro, tras una serie de anuncios económicos, devaluó el bolívar 96 % al anclarlo a una nueva unidad de cuenta (el Petro) que, a su vez, se regirá por el precio de barril de petróleo. Al momento el Petro equivale a 60 dólares. El impacto esas decisiones ya comienzan a reflejarse en los supermercados y establecimientos comerciales.
“Soy ayudante de cocina desde hace 20 años. Tras el aumento de salario, 1800 bolívares soberanos, no sabemos si vamos a seguir trabajando. El dueño del restaurante dice que él no le va a entregar su negocio al Gobierno”, cuenta con desgano Yoli Morillo. Ella es madre de cuatro niños, una de sus hijas está embarazada. Debe hacerse cargo del bebé, el papá emigró a Ecuador y los dejó. “Con ese trabajo pude levantar a mi familia, ahora no sé qué va a suceder. Uno se siente derrotado y no quisiera seguir adelante. Pero por los hijos no hay dolor, ni sufrimiento”, dice y sonríe.
Al llegar a la redoma de La India, luego de aproximadamente una hora de caminata, con firmeza tomó la cruz de la falta de alimentos y respondió “te lo pedimos, Señor” a la peticiones que hizo el padre Infante. Él elevó oraciones por las madres, por los caídos, por las necesidades del pueblo. Y concluyó: “Para liberarnos de esas cruces será en la medida en que nos organicemos y tomemos conciencia de nuestra responsabilidad ciudadana y concluir en cambios sociales y políticos que garanticen una vida digna”.
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