Las redes constituyen vínculos que unen a las personas, grupos, comunidades y organizaciones por motivos de afinidad. Tienen como función primordial la acción comunicativa y colaborativa para fortalecer la autonomía y desafiar los contextos de restricción a la vida cívica, las libertades y la democracia, a través de la conexión y la interacción constante. Los vínculos son los que cohesionan y dan sentido de unidad a las redes. Hacen que valga la pena involucrarse, unir esfuerzos y respaldar lo que hacen los demás.

Máxima democracia

La base de la red es el mismo grupo y los niveles de inclusión y participación en sus dinámicas. A través del grupo se aprende a socializar y a compartir, se genera confianza y solidaridad, y se pueden superar los miedos a los desafíos y a las vulnerabilidades y barreras que producen el aislamiento o la soledad. Las redes son en esencia experiencias de máxima democracia, en las cuales la propia existencia del grupo depende de la mayor participación posible. 

Práctica de autonomía

El valor de la autonomía se encuentra en el centro de la cultura de las redes. Alrededor de la autonomía giran sus objetivos, configuración y modos de actuar, tanto en relación con el grupo como frente a la sociedad. Los miembros de la red son los sujetos de la acción, no la red. Conforme a sus propios intereses, expectativas y posibilidades, cada quien decide libremente en qué, cuando y cómo participar. En virtud de este valor, en las redes prevalece la autodeterminación, la independencia de criterios y la capacidad para llevar adelante fines sin someterse a los acuerdos o decisiones del grupo ni a la presión de los liderazgos que influyen en él.

Fuentes de acción

La autonomía favorece flujos permanentes y continuos de actividad en los cuales la red es fuente de inspiración, conocimientos, respaldo y apoyo. Su conformación y dinámica autónoma permite que las redes tengan una potencia enorme para sobrevivir y expandirse sin barreras físicas, temporales, sociales o culturales. Dentro y fuera de ellas, nacen constantemente nuevos grupos, otras redes y alianzas para movilizar y coordinar acciones. Las redes traducen la cultura de la autonomía en una práctica.

Horizontalidad

La autonomía sólo puede ser alcanzada en espacios de libertad. Por esta razón, una característica esencial de las redes es su arquitectura horizontal y la ausencia de límites definidos. No tienen centro, instancias de dirección o control, ni estructuras a través de las cuales tomar decisiones o distribuir información. No lo necesitan, porque no cumplen un programa elaborado a partir de demandas concretas y, por ello,  no pueden concentrarse en una tarea o en un proyecto concreto, ni canalizarse a través de pautas o disciplinas de trabajo.

Comunicación

Las relaciones en las redes conectan mentes, en tanto personas conectadas entre sí, más que lugares, medios o recursos, a través de una comunicación activa, directa y abierta. En ello, las redes tienen una potente función para el conocimiento, la información y la deliberación, reduciendo restricciones burocráticas y físicas, y manteniendo al grupo en resguardo de amenazas, presiones e injerencias.

Las nuevas tecnologías permiten una conexión libre y directa a escala mundial, con la cual las redes se han convertido en espacios para desafiar y promover cambios en las relaciones de poder donde predominan los abusos, la violencia y la arbitrariedad. La seguridad de las comunicaciones es primordial, dado que la acción en grupo hace posible que la suerte de uno pueda comprometer la de los demás.

Colaboración

La horizontalidad de las redes propicia la integración, la colaboración, la solidaridad y la construcción de esperanza en nuevas formas de vida y de convivencia, basadas en la democracia, la justicia y la paz. Ante crisis estructurales y entornos adversos a las libertades y a los derechos humanos, las redes tienen gran capacidad de influencia, adaptación, resiliencia y protección para promover opinión, valores y acciones pacíficas que produzcan estos  cambios.