(Guayana, 29.01.2018, Fernanda Guevara Riera) Vamos a seguir conversando sobre las posibilidades que tenemos de construir entre nosotros relaciones interpersonales armónicas, fructíferas, auténticas, solidarias y honestas; de encuentro con el otro, de mutuo acompañamiento, de crecimiento interpares con el fin de ir trazando una ética en el ámbito personal que tenga como base lazos de fraternidad y confianza y que nos permita, a su vez, la construcción de un ethos compartido, base de toda sociedad genuinamente tolerante y demócrata.

Libertad auténtica y Psicoanálisis existencial: Sartre
En esta dirección, he delineado en el artículo anterior el conflicto de las relaciones con el otro presente en Sartre desarrollado en su obra fundamental El ser y la nada. Expuse que la angustia existencial sartreana resulta de la toma de conciencia de la libertad humana ante un mundo absurdo: “La angustia es el modo de ser de la libertad como conciencia de ser y en la angustia está en su ser cuestionándose a sí misma” (1). Y, además, resalté que la mala fe o el intento de evadir la angustia frente a nuestra ineludible libertad, engañándonos, puede ser revertida y superada a través de lo que el propio autor llamó “Psicoanálisis existencial”. Esto implica cuestionarnos la existencia para aclararnos asumiendo los riesgos de la misma, sin negar al prójimo y sin evadir la responsabilidad de nuestras elecciones. Al final de este recorrido obtuvimos como resultado el rescate de las relaciones interpersonales en el autor francés, dejando atrás su explícita condena al fracaso.

He puntualizado que a estas alturas cabría visualizar la posibilidad de una nueva forma de vivirse en las relaciones con el otro desde el propio Sartre, porque ya no estaríamos en presencia de un sujeto en conflicto permanente con el prójimo sino, más bien, estaríamos frente a un sujeto que alcanza su autenticidad gracias al encuentro con el otro y gracias al reconocimiento intersubjetivo igualitario que ambos se dispensan y que se comprometen a realizar en cada situación. A esto, quizás, aludía Sartre en una nota a pie de página al final de su magna obra: “Estas consideraciones no excluyen la posibilidad de una moral de liberación y salvación. Pero ésta, debe alcanzarse al término de una conversión radical, que no podemos tratar aquí” (2).

Hacia el encuentro con el otro

Se trata, entonces, de modificar el valor a partir del cual los sujetos encaran su existencia. Gracias al psicoanálisis existencial, a esa actividad de auto-reflexión, el sujeto es capaz de tomar postura lúcida ante sí mismo, sin temor ni temblor de la contingencia y puede dar cuenta reflexivamente del uso de su libertad edificando relaciones enriquecedoras con el prójimo. Ahora bien, es legítimo preguntarse si el psicoanálisis existencial es ejercido desde una subjetividad solitaria replegada sobre sí misma o desde la práctica intersubjetiva? Valga decir que es el otro quien motiva al sujeto a realizar la revisión de sus elecciones en el psicoanálisis existencial, pero es el sujeto mismo quien lo lleva a cabo con la finalidad de captarse en el mundo entre otros –con otros- y no entre cosas, vuelto cosa.

Más allá de Sartre ¿Cómo llegar al otro?

Entonces, requerimos -más allá de Sartre- de un método, de un camino que nos permita ejercer el psicoanálisis existencial con miras a abordar lo social y que nos garantice el encuentro auténtico con el otro en sociedad. De forma tal de poder construir con el prójimo relaciones paritarias, solidarias, auténticamente libres y comprometidas en honestidad. A este método, nuestro método, nuestro camino lo hemos llamado Perspectiva Itinerante (3). Puntualizo y sostengo que la elección del método es desde ya una elección ética y, por ello, la discusión sobre el método más idóneo prefigura una ética.

La Perspectiva Itinerante

Nuestro método trata del itinerar y tiene como metáfora el viaje: se trata de ir de una orilla a otra, en este caso del yo al nosotros para construir relaciones justas y solidarias a partir de un reconocimiento auténtico del otro como un igual y, por lo tanto, con los mismos derechos que nosotros a ejercerse en libertad. Es por ello que nuestra propuesta, la Perspectiva Itinerante, tiene como base el diálogo y busca traducir intencionalmente los lenguajes opuestos, las oposiciones que utilizamos entre nosotros para designarnos y excluirnos socialmente, aquellos nombres y adjetivos calificativos que nos aplicamos en sociedad para distanciarnos y que nos instan a adoptar actitudes que nos desigualan protagonizando enormes injusticias los unos contra los otros.

¿En qué consiste la Perspectiva Itinerante?

La meta que proponemos a partir del uso de la Perspectiva Itinerante como método es que nos reconozcamos entre todos como iguales y libres y que seamos sensibles al dolor del otro, acercándonos. Gracias al empeño por construir un lenguaje inclusivo en nuestras relaciones personales y sociales, basado en la comprensión tolerante de la posición de cada uno de nosotros, la Perspectiva Itinerante buscará que alcancemos de palabra y de hecho ese lenguaje inclusivo, de mutuos acuerdos, que nos implique a todos en obras personales y sociales concretas.

Se trata, a fin de cuentas, que nuestro estar y actuar en el mundo sea fundamentalmente sensible al padecimiento del otro y que nos acerquemos al prójimo con el fin de aliviar, reparar y superar su dolencia o su situación de vulnerabilidad. Es luchar contra la crueldad que -en nombre de la verdad o de ideologías duras- nos hemos hechos entre nosotros a lo largo de la historia y que seguimos reproduciendo en nuestras relaciones bajo formas de discriminación social, étnica, racial, de género, religiosa, sexual, entre otras formas de exclusión.

Como su nombre lo indica, la Perspectiva Itinerante es una perspectiva, una mirada, una apuesta de conocimiento, de camino entre otros posibles. No nos interesa descubrir una verdad teórica dura inapelable sino, más bien, alcanzar a ser lo suficientemente imaginativos como para hallar en nuestro itinerar “discursos de encuentros” que nos permitan esgrimir soluciones dialógicas que diriman conflictos, que nos acerquen entre nosotros como seres humanos y que nos permitan visualizar un futuro esperanzador para todos en sociedad.

Sacudiendo el tablero se abre, entonces, una “estructura de iteración” en nuestras relaciones personales y sociales: itinerar indefinidamente, aportar soluciones y permanecer perplejos, movernos horizontalmente a través de las historias, las narraciones, los relatos para definir y re-definirnos siempre en favor de lo humano, para construir Humanidad. Es prioritariamente una obra traductora la que realizamos con la Perspectiva Itinerante porque se trata de traducir aquel lenguaje que nos diferencia a un lenguaje común, al lenguaje de los Derechos Humanos.

Lenguaje itinerante de acuerdos dialógicos

Nuestros choques violentos con el otro la mayoría de las veces se originan por emplear palabras que generan rupturas en nuestras relaciones puesto que éstas no parten del reconocimiento del otro como un igual y terminan por encerrarnos en posturas dogmáticas y autoritarias negadoras de la alteridad. Con la Perspectiva Itinerante se vuelve un imperativo el alcanzar acuerdos dialógicos porque su empleo parte del reconocimiento de nuestro derecho a coexistir con el otro en libertad y a vivir una vida digna, armónica y reconciliadora a nivel personal y social.

Puntualizo, además, que considero que esto es posible alcanzarlo en sociedad, si y sólo si hemos ejercido una reflexión lúcida sobre nosotros mismos, una reflexión que edifique nuestra libertad auténticamente y que nos haga ser afirmativos en el sentido nietzscheano del término, a saber, como individuos creadores de sentidos que luchan y se afirman al ver concretados en sociedad dichos valores.

Encuentro afirmativo en relaciones paritarias

De forma tal que aludiendo a nuestro camino filosófico existencial, de la auto-interrogación para aclararnos existencialmente hemos llegado a la autocrítica honesta de nosotros mismos y nos hemos abierto al encuentro afirmativo con el otro.

Dialogar con el otro y desde el otro nos hacer ser más en el otro y con el otro y, por ello, la Perspectiva Itinerante nos parece un recurso plausible para seguir construyendo relaciones paritarias entre nosotros a nivel personal y social y, a su vez, una herramienta de reflexión y formación válida para continuar con nuestro trabajo educativo dirigido a construir la polis sana, de relaciones auténticas y honestas, que anhelamos y que es nuestro horizonte regulativo.

La Perspectiva Itinerante en la labor educativa

Pero, ¿qué pasa si el otro no quiere ejercer una reflexión lúcida sobre sí mismo y menos considera al otro como un igual con el cual conversar y afirmarse en lo social? Consideramos que allí, en esas negativas, en esos cierres, es en donde radica el fin liberador de nuestra labor educativa. Es nuestra convicción fundamental que a través de la educación podemos transformar la lógica de la exclusión que fractura nuestras sociedades en lógica de la inclusión promotora de la paz, la justicia y los Derechos Humanos.

Nuestra labor educativa consiste en seguir formando para la libertad auténtica, con contenidos y actitudes que traduzcan los lenguajes de enfrentamientos y que nos persuadan de la necesidad de configurar individuos que luchen por alcanzar -a nivel personal y social- el reconocimiento paritario en sociedad, de encuentro con el otro en relaciones justas y solidarias.

Se trata de educar para la libertad que se promueve y sostiene en el otro porque es ella la garante de la práctica efectiva de los Derechos Humanos en sociedad y suelo de toda postura auténticamente demócrata.

Relaciones auténticas en sociedad a la luz de la Perspectiva Itinerante por Fernanda Guevara Riera de UCAB-Guayana. Ver artículo Vía Entre Paréntesis